jueves, 25 de febrero de 2010

Cambio de era: Manifiesto fundacional de Europe Écologie


La historia está parada porque la sinrazón se ha apoderado del mundo. Como testimonian los desarreglos de los mecanismos financieros, el crecimiento del hambre, el agravamiento de las desigualdades y la aceleración del cambio climático, la humanidad está en peligro de perder el control sobre su propio destino. Hemos alcanzado ese momento clave en que todo puede bascular hacia lo irreversible o, al contrario, favorecer una transformación que favorezca la construcción de unas nuevas reglas del juego en la que Europa podría jugar un papel crucial. Caben dos alternativas.

O bien la trayectoria de agotamiento de la generalización de todos los mercados y la depredación ciega se prolonga en el tiempo, y atestiguaremos, por lo tanto, la conjunción de crisis de diversa índole –ecológica, energética, alimentaria, financiera, económica, social e identitaria– que precipitarían el planeta hacia una regresión sin precedentes; o bien las sociedades humanas se re-organizaran, haciendo frente a la espiral de excesos, fractura social y desacoplamiento con el mundo natural a los que nos enfrentamos realizando las reformas necesarias para escapar al caos y construir un nuevo horizonte de esperanza. Es urgente organizarse para lograrlo. Ni mañana, ni a lo mejor… Ahora es el momento.

No hacer nada abriría las puertas a políticas autoritarias para mitigar las penurias y las consecuencias de las migraciones de origen climático. Hacer algo significa evitar la barbarie y elegir la civilización.

No tenemos tiempo. Todos los indicadores están en rojo. Nuestro modelo de desarrollo ha sido pulverizado por la realidad. Cegados por la ideología de un crecimiento sin limites, drogados por el “deja hacer” del liberalismo, el sistema productivista va directo a la catástrofe, como un barco borracho. En todos lados, la inseguridad social se agranda. El progreso pierde sentido en beneficio del crecimiento de la insignificancia y la destrucción de todo lo vivo. La humanidad avanza hacia un desierto.



Otras orientaciones económicas y sociales se imponen. Otro tipo de sociedades son indispensables. Otra política es posible: la de la responsabilidad. El deber de la igualdad universal, la necesidad de reducir la huella ecológica sobre los recursos y los ecosistemas naturales demandan un cambio de era. Debemos de entrar sin mayor dilación en un mundo nuevo, el de una profunda mutación ecológica y social de la civilización. Esta nueva civilización se apoyara sobre los valores de la sobriedad, de la mesura y la moderación, de la colaboración, de la solidaridad y de la democracia, al contrario de las alienaciones comerciales y de las violencias económicas que contaminan los ecosistemas, destruyen a las sociedades, eliminan la diversidad cultural y enredan a los individuos en una competición diaria que crea una frustración permanente.

¿Como construir una alternativa al desencanto del mundo? ¿Cómo hacer posible un cambio basado en el crecimiento personal y el bienestar colectivo? Proponemos una alternativa: la de la regulación de las actividades dirigida esta vez hacia lo humano y la reconciliación con la naturaleza.

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Lo primero que hay que hacer es romper con esta lógica auto-destructiva. Romper con las imposturas sociales y ecológicas de un sistema condenado; romper con los ilusos que intentan corregir solo lo más urgente y que se aprestan a regular lo irreversible; romper con el fatalismo que lleva a acomodarse frente a una situación dolorosa para la mayoría de hombres y mujeres del planeta y para el futuro de nuestros hijos. No saldremos de este atolladero haciendo gestos de cara a la galería, adaptándonos a la lógica dominante o a base de tímidos ajustes sectoriales. Romper, significa ir a la raíz del problema, tanto en el seno de nuestro sistema económico y social como en nuestras practicas individuales. Debemos de modificar la arquitectura de la generalización tanto como el imaginario de cada individuo. Debemos de actuar sobre la estructura de nuestras sociedades y trabajar al mismo tiempo por una insurrección de las conciencias, he ahí los dos desafíos a los que nos enfrentamos para evitar la derrota de la humanidad.

Urge pues reunir las voluntades colectivas para que la humanidad se embarque en otra vía. Otro proyecto de sociedad, otro modelo de civilización… El camino pasa por la refundación progresiva y pacifica de nuestra manera de ser y de vivir, juntos e individualmente. Ni sueño utópico, ni borrachera revolucionaria, el objetivo que debemos de perseguir consiste en abrir el camino a un horizonte emancipador, dando sentido al progreso y consistencia a la esperanza. No defendemos ni mañanas que nunca han de llegar ni programas milagro. Solo buscamos una cosa: unas nuevas reglas, fundadas sobre el imperativo ecológico y social, que cada comunidad humana deberá de establecer por si misma democráticamente. Nuestra propuesta consiste en oponerse paso a paso a las lógicas destructivas y especulativas, a distinguir entre lo que es posible y lo que no lo es, para aglutinar las energías para que la sociedad se embarque en una transición hacia un mundo que, aunque no perfecto, seguirá siendo viable para todos y será más justo para el mayor numero de gente posible.

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Lo que está en juego es tan importante y su urgencia tan acuciante que no podemos seguir consintiendo la tradición de juegos de rol con que la representación política se complace, con sus mangoneos tradicionales que petrifican el futuro y sus crispaciones clánicas que devalúan las conciencias. Sin importar cuales son sus referencias ideológicas, los partidos políticos dominantes se tambalean ante los desafíos del nuevo siglo, y se niegan a saltar el obstáculo del gran cambio que se necesita. Siguen ligados a un tipo de desarrollo insostenible, fundado sobre el mito de un crecimiento exponencial de la riqueza, y al final confiándose al credo absurdo del crecimiento por el crecimiento. Cada uno a su manera, perseveran en la reproducción de mecanismos cada vez más alienantes.

Por lo tanto, el atasco que las fuerzas políticas dominantes imponen a la sociedad debe de ser desatascado. La mayor parte de políticos no están en sintonía con los tiempos de escasez que se avecinan. Son el producto de una época excepcional, la de la revolución industrial y los años del desarrollismo, en que la creencia ciega en la abundancia infinita se hizo con el imaginario colectivo. Esta época consagro el dominio del tener sobre el ser y de lo económico sobre lo político. La matriz común de los partidos políticos, forjada en torno al culto al crecimiento a cualquier precio, impregnado de devoción hacia lo científico y de intolerancia tecnológica, les ha cegado a lo que está ocurriendo. Es por esto que se han negado obstinadamente a escuchar las advertencias lanzadas durante 30 años por el movimiento ecologista. Vivir en este siglo consiste en tomar conciencia de que la era del despilfarro y de la inconsecuencia se ha acabado, que la autorregulación del mercado es un espejismo, que la realidad está determinada por la crisis ecológica y la profundización de las desigualdades sociales. Estos políticos pretenden conducirnos al futuro con sus promesas obsoletas y sus reflejos esclerotizado. A estos partidos rancios debemos de enfrentarnos, electoralmente y democráticamente.

No nos resignaremos jamás a un futuro diseñado por el fundamentalismo del mercado y la ceguera de los incondicionales de la desmesura: un apartheid global basado en el reparto de los recursos y la destrucción de la naturaleza.

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Por todo esto hay que desarrollar un nuevo espacio político en el seno del que se puedan encontrar con toda su diversidad los que estén interesados en la perspectiva de crear un nuevo proyecto de sociedad. Esto no es imposible. Se basa en la aspiración de cada vez más gente de vivir de una manera distinta que no repose tan solo sobre la acumulación, lo ficticio, las deudas y sobre el clamor ciudadano por un reparto más equitativo de la riqueza y un justo intercambio entre los pueblos.

Este modelo alternativo no estará inscrito en ningún dogma ni breviario, aunque este ligado a las más nobles tradiciones humanistas, en particular a la oposición radical al racismo, al antisemitismo, al sexismo y a toda forma de ostracismo y dominación. Este proyecto se construirá paso a paso, a partir de los deseos y necesidades de siete billones de individuos, del interés colectivo de los pueblos de la tierra, de la protección de los bienes comunes, de la expansión de los servicios públicos, del reparto de los recursos y del respeto a los equilibrios existentes entre todos los seres vivos. Estará fundado sobre los valores de la justicia social y la solidaridad global, en la austeridad y la consciencia de los limites, en los derechos humanos y el dialogo democrático. Orientara toda actividad humana hacia la reducción paulatina de la huella ecológica, buscando nuevas formas de consumo, producción, transporte, trabajo, intercambio, innovación y una nueva manera de habitar las ciudades y los territorios en la construcción de una nueva sociedad. Encuadrara rigurosamente los mecanismos de mercado y su prolongación financiera. Estimulara la investigación científica y la creatividad industrial de acuerdo a una perspectiva compatible con las necesidades reales y los limites de la biosfera.

Este nuevo proyecto de sociedad requerirá una nueva regulación económica y social. Se trata de repensar la organización social según el principio de durabilidad, integrando a la vez el imperativo ecológico y la justicia social: durabilidad de los recursos naturales, durabilidad de la diversidad cultural, de los sistemas económicos del mañana, de los contratos sociales y de los modos de vida. Dicho de otra manera, se trata de realizar reformas incompatibles con la hegemonía productivista y consumista que precipita el desgaste ecologico y social a golpe de desregulación, crecimiento del poder financiero, la comercialización y la uniformización.

Ya conocemos los principales instrumentos que conformaran la plataforma electoral de las listas de Europe Ecologie: el decrecimiento del flujo de materias y energía hacia la industrial nuclear y los biocombustibles, una nuevas reglas del juego económicas basadas sobre la proximidad de los intercambios, el fomento de las energías renovables, la búsqueda de nuevos indicadores de riqueza, la regulación del mercado para el fomento de objetivos ecológicos y sociales, el control de los mecanismos financieros, el refuerzo de la economía social y los servicios públicos (servicios de interés general según la terminología europea) en los sectores clave de la vida colectiva (energía, transporte, salud, vivienda, educación, telecomunicaciones, solidaridad social), puesta en marcha de una nueva política fiscal que tenga en cuenta el precio ecológico y que reoriente los comportamientos económicos y la inversión, la protección de los bienes comunes de la humanidad (el agua, el aire, los ríos, los océanos, los bosques, las zonas húmedas y los suelos), protección de las especies, incentivo del trabajo de los campesinos y de los agricultores respetuosos con el entorno, protección del medioambiente y la salud, protección contra la contaminación causada por los pesticidas, modificación de una organización del territorio orientada hacia lo urbano, reorientación de la movilidad de las personas y las mercancías hacia medios de transporte suaves como el ferrocarril o las vías acuáticas, movilización de la investigación científica para favorecer la creación de tecnologías ecológicas, cooperación y co-elaboración con los países del sur, derecho a la soberanía alimentaria, desarrollo de relaciones internacionales en base a la resolución de conflictos, defensa de los derechos fundamentales de las personas (derecho de asilo, derecho de voto para los emigrantes…) y de las libertades individuales, extensión de la democracia a través de vías participativas, refuerzo de los poderes de la justicia respecto a los paraísos fiscales y las practicas mafiosas, respeto a los territorios e identidades culturales en el marco de una Europa federal, reducción del tiempo de trabajo en paralelo a los incrementos en productividad…

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Este nuevo espacio político portador de una nueva política de regulación solo se puede concebir a nivel Europeo, puesto que Europa es nuestra familia, y sin fronteras puesto que el mundo es nuestro pueblo.

Europa es la primera que debe de adoptar medidas puesto que ha explotado más que ninguna otra región sus recursos naturales y los de sus antiguas colonias para construir su pujanza. Incluso hoy, todavía consume más recursos de los que dispone. Su huella ecológica, como la del conjunto de los países industrializados, excede la capacidad biológica del planeta. De media, cada habitante de la Unión Europea utiliza al menos dos veces más de superficie productiva que la biocapacidad disponible. La reducción de este impacto destructivo constituye una prioridad insoslayable. De la misma manera, Europa debe de pagar su deuda. Su desarrollo económico, como el de todos los países industrializados, se efectúa a costa de una extracción masiva de recursos naturales a nivel global. De esta manera Europa se ha convertido en un deudor ecológico masivo a nivel global. Esta deuda marca la relación de la Unión Europea con los países del sur. Los países del sur deben de contar con Europa. A pesar de sus defectos de nacimiento y sus practicas a menudo tecnócratas la Unión Europea ha construido un espacio de paz y cooperación entre los veintisiete estados y 80 pueblos que la componen. La UE se ha sabido interponer como una fuerza conciliatoria en los conflictos. Este es un logro formidable teniendo en cuenta su pasado violento. Sus distintas culturas han demostrado que pueden vivir en paz y enriquecerse mutuamente en un mundo caracterizado por la violencia multipolar y los rebrotes nacionalistas.

También es gracias a Europa que ciertas cuestiones vitales han podido escapar a los egoísmos nacionales y se han encaminado hacia una resolución a nivel del interés general. Europa, por ejemplo, ha sabido ponerse al frente de la lucha contra el cambio climático, ha fomentado la conservación de los espacios naturales y ha sabido imponer restricciones a la industria química…

Más que nunca necesitamos a Europa: porque es en Europa donde tienen lugar la mayor parte de las decisiones políticas que tocan más íntimamente la vida de los ciudadanos, porque ésta constituye nuestra mejor plataforma para abordar los problemas transnacionales, porque Europa podría ser la mejor defensora de los derechos sociales y el medioambiente y construir un modelo alternativo al de la globalización, porque estamos convencidos de que los Estados-Nación solo ofrecen una respuesta parcial e inadaptada a los riesgos globales a los que nos enfrentamos.

Pero la UE no parece una entidad capaz de regular los equilibrios globales según criterios de justicia social y del medioambiente. Sus derivas liberales tienden a confundir lo epifenomenal de una globalización caótica, y se convierte en un acelerador de este procesos. De esta manera los pueblos rechazan Europa porque no se reconocen en sus instituciones. Esto no es sorprendente ya que a los ciudadanos solo se les habla de competitividad y competencia, como si el mercado fuese el único objetivo. Europa está más presente en sus vidas cotidianas que en sus horizontes. Ha llegado el momento de que los Europeos se identifiquen con la perspectiva política de una Europa solidaria y duradera. Poniéndose como meta el ecologismo y lo social, Europa podría convertirse en el motor de una nueva civilización.

Seamos lucidos pero no tengamos miedo. La crisis global a la que se enfrenta la civilización puede ser superada. La humanidad está obligada a reaccionar y cambiar. Posee los medios para ello. Lo que no tiene claro es el objetivo. La intensidad de la presente crisis ofrece paradójicamente la oportunidad de crear las bases para un nuevo mundo construido sobre los mejores valores humanos y que sea capaz de movilizar la inteligencia y la energía a favor de la creatividad, de renovar la democracia y rehabilitar la política. Con la Europa ecológica y social, tenemos la ocasión de encauzar nuestro destino y vivir mejor. ¡Solo a nosotros nos corresponde el aprovechar esta oportunidad!

Han participado en la elaboración de este manifesto los miembros del comité de campaña : François Alfonsi, Danielle Auroi, Jean Paul Besset, Michel Bock, Sylvie Bouleau, José Bové, Yves Cochet, Daniel Cohn Bendit, Cécile Duflot, Pascal Durand, Patrick Farbiaz, Hélène Gassin, Jérôme Gleyses, Rémi Guerber, Marie Isler Beguin, Yannick Jadot, Bernard Jomier, Didier Jouve, Erwan Lecoeur, Patrice Miran, Denis Pingaud, Marianne Robert-Kerbrat, Jean Marc Salmon, Agnès Sinaï, Toufik Zarrougui.

Traducido del francés para EcoPolítica por Francisco Seijo, miembro del comité de Ecopolítica.

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